sábado, 15 de octubre de 2011

Codos, talones, lóbulos, metatarsos y todo el resto

Un señor de ochenta y un años, solo en una habitación, sentado en una cama. Probablemente de él (la cama). Lleva puesto una camiseta blanca y un calzoncillo (boxer o kick boxer). Su cuerpo no está muy deteriorado. No tanto. Sin tener demasiados problemas, se levanta de la cama y camina hacia su gran y antiguo ropero. Se detiene frente a él unos instantes y luego de unos cuantos segundos, emite un leve suspiro. Con una mano extendida, abre lentamente una puerta del ropero, más precisamente la puerta que en su parte trasera tiene un amplio espejo, que refleja cuerpo entero. Una vez frente a él, el anciano se inspeccionó muy bien parte por parte. Codos, talones, lóbulos, metatarsos y todo el resto. El tour concluyó en su miembro viril. Con éste, se detuvo más tiempo que con el resto de las partes que conformaban su anatomía, dedicándole una atención especial, que venía acompañada de caricias y roces precisos. El tiempo pasaba y los manoseos se intensificaban, pero la cara del anciano entristecía. Luego de un rato, desistió con cierto aire a resignación. Su miembro permanecía en su estado natural, casi inadvertido a los llamados de atención de su dueño. El señor mayor llevándose una mano a su arrugada frente, comenzó a reflexionar en todo esto. Pasó varios minutos frente al espejo con la mirada perdida, pensando mucho. Pero en determinado momento su rostro cambió totalmente y una sonrisa lo inundó por completo. Algo había descubierto, algo que modificaría todo. Abrió la boca y extendió su larga y amplia lengua, aún fuerte y saludable, y con la yema de su dedo índice se tocó la punta de la misma pensando: ´Hay macho para rato´

No hay comentarios:

Publicar un comentario