sábado, 15 de octubre de 2011

La fiesta privada y la facultad pública

Mucha gente de alta categoría en una paqueta fiesta privada. El lugar: una hermosa casa estilo ingles, de tres pisos y amplio parque. También amplio parqué.
Dos personas se cruzan en la mesa de los saladitos. Uno de ellos, el más joven, se sirve ponche.
A su lado, un señor con aspecto de letrado lo observa. El joven Ruiz Gómez sucumbe ante la situación.
-Que tal, ¿desea?- le preguntó amablemente Ruiz Gómez.
-¿Si deseo, me pregunta Ud? Todos deseamos. Pero eso no se pregunta ni se ofrece. ¿Cómo va a ir usted por la vida averiguando sobre la estabilidad emocional de los demás? ¿Es qué Ud. no la tiene?- le dijo el desconocido.
-Si, todo esta en orden. Le estaba ofreciendo ponche, nada más. Me llamo Ruiz Gómez, mucho gusto- dijo extendiéndole la mano.
-Doctor Gervasio Von Füllen. El gusto es mío.- contestó, recibiendo y devolviendo su apretón de manos.
-¿Y, doctor Gervasio, qué le parece la fiesta?- preguntó Ruiz Gómez moviendo suavemente su mano hacia la fiesta.
-¿Parecerme? No se, Ruiz Gómez. No encuentro parecidos-
-No importa eso, yo digo la reunión. Es una noche muy loca.-
-¿Loca? ¿Qué quiere decir? ¿Fuera de lugar? ¿Insana?- se comprometía el doctor.
-No, loca en sentido que la pasamos bien.-
-Sentido, sentido... El sentido de las agujas del reloj, tal vez... ¿Ud. tiene algún problema con el espacio-tiempo? ¿Tal vez con el crecer y madurar?- respondía el facultativo.
-Basta doctor, por favor. Disfrutemos del momento, no nos fijemos en las interpretaciones...-
-¿Fijarme? Para nada. Creo que Ud. está proyectando su falta de seguridad sobre mi persona, siendo que en realidad su carencia de madurez para encarar proyectos y/o propuestas, lo mortifican. ¿O me equivoco?-
-No se que dice señor, pero le admito que éstos martinis están que pelan. Cada vez entiendo menos y me pegan como piña de Tyson.- el señor Ruiz Gómez se afirmaba a la mesa para no perder el equilibrio.
-Ud. cada vez entiende menos porque le conviene... sabe bien lo que le quiero decir, Ruiz Gómez.- le dijo el doctor Gervasio.
-¿Eh? Es que mucho no escucho con ésta música, parezco hipo acusica... ¡Hay! Me salió un verso sin esfuerzo... ¡ Ay! ¡Otro mas!...-
-Sin dudas, su forma de expresar ese ´ otro mas ´ y su consecuente alegría hacia el suceso, implica una clara adicción. ¿Qué esta padeciendo señor Ruiz Gómez? Tal vez si me acompañara a mi clínica...-
-¡No! ¿Qué le ocurre? Hace quince minutos que nos conocimos y ya me esta fastidiando con sus asociaciones ¿Quién lo invitó a la fiesta de Tomas Di Pietro?-se empezaba a enojar Ruiz Gómez.
-El mismo Tomas, para que sepa. Pero por su forma de ruborizarse al acusarme de ésa manera, y sin algún punto de partida justificado, da a pensar que el que esta ocultando algo es usted. Habría que saber quién lo invitó, realmente. Si me acompañase a mi clínica psiquiátrica, podría hacerle el test de Chiche. No será mucho dinero y se sentirá muy bien...- insistía el prestigioso profesional.
-Escúcheme una cosa. Me voy a ir al otro salón para ver si ya están listas las anguilas que pedí, y si me sigue, haré que lo echen ¿me entiende?.- se violentó Ruiz Gómez, y se alejó a mucha velocidad.
                El doctor Gervasio se quedó ahí, paradito junto a la mesa de los saladitos. Luego de media hora, una señorita se acercó a buscar un tentempié. Luego de servírselo, al estilo judeocristiano, no pudo evitar ser avasallada por la nata cordialidad del doctor, y le dijo:
-Disculpe, ¿ud desea?-
-¿Desear? Todos deseamos ¿no es así? Pero no se lo hace público. Nadie anda gritando a los cuatro vientos que no carece de ese sentimiento tan natural, tan común. Tal vez si me acompañara a mi clínica...- dijo el doctor.
-Bueno, lo acompañó- le dijo ella y se fue a buscar su cartera   que estaba cerca del jardín de invierno.

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